Frente a la sorpresa -grata- suelo reaccionar alborotándome y sobreexitándome, o bien suelo quedar tan anonadado que se me nota mucho el acuso de recibo del golpe. Esto último me pasa con Bolivia. Hace un mes que no puedo escribir ni reflexionar en torno a ella, sus bellezas, grandezas,
rarezas y miserias. Son tantas cosas por contar, pero son pocas por aportar.
Pero mis ganas de decir algo están siempre... y aquí voy. Empezaré en algún lugar de ese país, que se llama Isla del Sol. Que no se muy bien que era, pero lo sigue siendo. Es increíble. El lugar donde mas cerca del paraíso me sentí.
Uno llega a ella en barco, atravesando gran parte de esa inmensidad sagrada de agua dulce, el lago con forma de gato montes, adorado por los incas; y que para nuestro etnocentrismo pelotudo no es mas que un nombre gracioso que rima con "aca". Se llega a la Isla con todas las ancias de turista japonés, cámara digital en mano, y en medio de paisajes increíbles, lo espera a uno una subida muy pronunciada de algo mas de media hora a 4000 metros de altura, con una mochila muy pesada en las espaldas. Ahí uno empieza a comprender la dimensión del asunto y aprehender el lugar de otro modo.
Luego de esa subida, de mimetizarse con el lugar y de pensar en cada costoso paso "que grossos los incas", uno vuelve a la realidad. Esa realidad de saber que a pesar de su bagaje cultural Bolivia es parte del tercer mundo, de latinoamerica y vos... vos sos argentino. Y aquí la importancia de la alterodefinición. Primera vez en mi vida que me siento parte de algo parecido a un país poderoso. Llegar al paraíso y tener que pelear precioso por una cama y una ducha mas o menos caliente es un poco contradictorio, pero de eso se trata Bolivia también.
Creo que conseguimos el hostal con la mejor vista de la Isla, y allí, contemplando ese paisaje, mi mente volvió a volar. Entre mates y truco (¿es imaginable un paraíso sin ellos?) una nena muy pintoresca y bonita se acercó de la mano de su hermanita a ofrecer artesanías. Poco me interesaban las artesanías, pero intenté hablar con ella mas alla de la relación comercial que ella quería establecer conmigo. Creánme que fue verdaderamente imposible. Cada palabra que emitía la niña era intentando conseguir dinero. Fue impactante. Y allí supe qué poco había aprendido de política, de dominantes y dominados. Siempre reflexioné desde la dominación, nunca desde el opresor. Y cuando ella dijo: mi mamá dice que los gringos tienen plata y nos tienen que dar... mi paraíso se derrumbó.
Lo que para mi era un paraíso milenario de paisajes, cultura y algo asi como exotismo, no era mas que la realidad cotidiana de lucha por el pan diario para otros. Y allí comprendí mas que nunca que vivo, vivimos en realidades paralelas, pero ahora lo vi desde la parte de adentro del vidrio, y créanme lo pelotudo que me sentí.
jueves, 24 de enero de 2008
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