lunes, 2 de agosto de 2010

Istoria

Sobretodo que otorga estirpe, barba que no es de revolución, tono imperativo y dedo acusador. “Los gobiernos pasan, la tierra queda” dice. Creo escuchar una amenaza pero no termino de entender. Me parece demasiado obvia la afirmación. Continúo escuchando. Ya cayó la tarde, y Buenos Aires no tenía nada más para darme. Tenía que partir, reciencito nomás se había ido mi razón. Escribo una hoja, intentado que lo vivido no haya pasado del todo.

Empiezo a entender. La tribuna que vitoreó a dictadores y abucheó a Alfonsín aplaude con todo el fervor que su topetitud le permite. Sigo entendiendo, habla de la Plaza de la Victoria (hoy plaza de Mayo), que él y sus amigos habrían estado con French y Beruti, parece decir que si Moreno –Mariano, aclara, despertando discretas y previsibles carcajadas- viviera seria asesor económico de la Sociedad Rural y que junto con Belgrano la defenderían contra los atropellos de este gobierno corrupto, soberbio y autoritario.

Mi realidad se deconstruye. Por un instante dejo de lado la posibilidad de comprensión. Me concentro en lo que escribo. Miro por el balcón, veo el Norte porteño, pienso lo cerca que está ese garca y su convención. 200 años de historia repetida de memoria –primero-, estudiada –después- y en proceso de comprensión –todavía- pasan por mi nariz en segundos dados vuelta como un elefante tumbado.

A la mañana el 152 nos había llevado hasta el parque Lezama, y a San Telmo, y al Museo Histórico que como saludo de bienvenida nos prevenía –o se atajaba-: que la mayoría de las colecciones de ese museo pertenecían al intento de construcción de un relato de la historia argentina, que había sido forjado por la generación del centenario, que el desarrollo de las ciencias sociales y que las reflexiones históricas recientes permitían comprender que dicho relato tenía claras intenciones políticas, que no necesariamente respondía a los acontecimientos históricos.

Y volví a la comprensión. Desde un Estado al que habían tomado por asalto -con fraude dentro del combo- y que pretendían conservar apuntalándose simbólicamente los gobernantes del centenario pretendieron imponer una visión de la historia desde el Estado me dice algún historiador alternativo. 100 años después no lo ocupan, pero todavía están en el atril. Entre bosta de vaca, toros campeones y edificios gigantes dicen que en 1910 éramos el octavo país del mundo, en cambio hoy somos una mierda. Importa poco lo que pasó en el medio (y vaya si pasó), como si ellos no tuvieran nada que ver con lo que pasó en el medio, como si nosotros no supiéramos lo que pasó en el medio.

Puteo. Me pregunto si sabemos lo que pasó en el medio. Y creo terminar de comprender. Termino de escribir posdatas de los que después me arrepentiré. Casi que escucho al pasar millones de gentes diciendo “cuando éramos granero del mundo…”, lo mismo dice Don SRA desde el atril, veo sonreír a Mirta, Susana tiene un orgasmo, mi vecina por fin entiende que votó mal, jura no volverse a equivocar, casi que pide perdón.

Los gobiernos pasan, la tierra queda. Ahora comprendo. Los gobiernos pasan, los dueños de la tierra quedan. Los dueños de la tierra pasan gobiernos, y si quieren los voltean… o los volteaban o intentan voltearlos. Veo (a) políticos aplaudiendo, muchos (a) políticos. “Si se llevaron puestos a tantos, mejor salimos en la foto” pensarán algunos, otros ni siquiera pensarán, se la creen, o se identifican.

Vuelvo a putear e indulto, gesto autoritario por excelencia. Ya no me enojan sus pretensiones, en última instancia acuden al llamado de su tradición, identidad y convicciones. Cambio el destinatario de la condena, no comprendo que las barrabasadas que dicen sean aceptadas, que los medios las repitan acríticamente, que el titular de la UATRE aplauda, que la Academia Nacional de la Historia no saque un comunicado condenando sus dichos, noto que me pongo cada vez más intolerante e incomprensivo… Me doy cuenta, “es la política chango”.

Vuelvo a mirar por el balcón. Ya me quiero ir. Apago la tele. Miro el vacío del lugar. “Y pensar que el chileno ese me dijo ayer en el congreso que el concepto de poder simbólico le parecía muy abstracto” pensé mientras intentaba que la maquinita del 101 me de un boleto a cambio de mis monedas.




2 comentarios:

Macha dijo...

Excelente man. Me super identifico con esa intolerancia de la que hablas...tambien con cambviar el destinatario de lo que genera esa intolerancia. Me cuesta, hoy, comprender esa capacidad de aceptacion. Te mando un abrazo!

Alicia dijo...

Eeeeehhhh!!!
Me encantó José!
Está buenisima tu reflexión y más me gusta que te pongas las pilas con la escritura.

Muy concienzudo tu análisis.