Mal que les pese a muchos, el siglo XXI ha corrido uno de los tantos velos que el imperialismo y sus agentes dictatoriales habían imprimido desde mediados de los 70 sobre la política latinoamericana, la cuestión de las izquierdas y las derechas.
Es verdad que izquierda y derecha son conceptos complicados en su uso analítico, no es verdad que son conceptos en desuso (uy, me salió un versito bergmaniano). Es verdad que se trata de conceptos relativos (quién está a la derecha -o a la izquierda- de qué o de quién), contingentes (algo que hoy te sitúa a la derecha, mañana te puede situar a la izquierda si se han modificado las fronteras discursivas/simbólicas de una sociedad)y por lo tanto históricos y dinámicos; pero son conceptos que siguen siendo claves para entender algunos procesos -por no decir la mayoría- sociopolíticos y económicos a nivel local, nacional, regional y mundial.
Se entiende por derecha aquellas posturas ideológicas conservadoras y/o reaccionarias, es decir que pretendan favorecer el statu quo o la profundización de las diferencias políticas, sociales, civiles y económicas. Por izquierda aquellas que por un camino u otro pretenden la reducción de las desigualdades.
Un concepto profundo de democracia estaría siempre a la izquierda y le imprimiría un fuerte contenido social, la derecha aboga por una democracia formal que se limite a determinar quién será el que -elegido en las urnas- gobernará en nombre del pueblo a favor de los poderosos.
La década de los 90 ha estado signada en toda América Latina por gobiernos que implementaban políticas desigualitarias legitimados por el voto popular, amparados -entre otras cosas- por el discurso único neoliberal que había logrado imponerse a partir de ideas como la del "fin de las ideologías" o "el fin de la historia" luego de la caída de la URSS.
El siglo XXI devolvió a latinoamérica -luego de las dolorosas experiencias noventistas- la posibilidad de salir de esa más que hegemónica construcción discursiva gracias a un proceso de empoderamiento de bastos sectores del campo popular (según los países la situación es diferente, pero en términos generales movimientos sociales, sindicales, gremiales, campesinos, indígenas, partidos progresistas, organismos de DDHH, etc.). Este proceso ha tenido continuidad gracias a la llegada al poder de gobiernos que han respondido (en mayor o menor medida) a las demandas de esos sectores y que han encarado un proceso de refundación del Estado en nuestro sub-continente que es sólo comparable con algunas experiencias de mediados del siglo XX consistente en la construcción de un Estado cada vez menos garante de la defensa de los intereses de los poderosos y cada vez más reivindicativo de las banderas históricas de las luchas populares.
En este proceso -que estamos viviendo- hay blancos y negros, grises, rojos, azules, violetas, anaranjados y también hay arco iris. Pero fundamentalmente hay desvelamientos, es decir hay corrimientos de velos, hoyas destapadas, caretas sacadas. Porque en este corrimiento del rol del Estado en algunos países latinoamericanos los sectores en pugna han tenido que blanquear sus intenciones, y eso es caro, sobre todo para la derecha.
Sin pretensiones maniqueas, se han armado -en función de intereses claro está- coaliciones -no sólo políticas, pero fundamentalmente- a la derecha y a la izquierda que han desatado una lucha feroz por imponer sus construcciones simbólicas y proyectos políticos en las naciones latinoamericanas. En realidad el proceso es de una izquierda que quiere imponerlo y un derecha que se resiste a perder posiciones ganadas.
De un lado partidos y políticos conservadores, la patria financiera, los terratenientes,los gremialistas gordos, las multinacionales, la Iglesia derechosa y los medios de comunicación en manos de los anteriormente nombrados; del otro políticos progre-populistas, algún sector económico que deposita sus esperanzas productivas en el modelo económico, bastos sectores populares, asociaciones gremiales que testimoniaron resistencia durante el neoliberalismo, movimientos y organizaciones sociales...
Repito, no es buenos contra malos, es la defensa de unos intereses, la defensa de un proyecto político frente a otro. Siempre fue así, siempre va a ser así, eso es construcción de poder, eso es política. La novedad de hoy -y tal vez el indicio de que los sectores de izquierda han ganado posiciones- es que esa lucha es frontal. La derecha ya no puede esconderse detrás de un caudillo riojano cargado de liturgia populista (Menem) o de un referente de la teoría de la dependencia (Fernando Henrique Cardozo) para implementar las políticas que cree conveniente para mantener o acrecentar las diferencias entre pobres y ricos.
Es verdad que hay desclasados, este proceso ha dejado en un limbo ideológico-político a mucha gente, cuyo marketing personal y social pasaba por la crítica que pretendía ser sagaz al neoliberalismo, ocultando un "vedettismo anti" que hoy no les permite ser protagonistas de la lucha política más que como aliados satelitales a la derecha, pero este análisis se lo dejo a mis amigos psicoanalistas que ellos deben tener más herramientas para entender a esta gente.
Hoy la derecha tiene de referente a Macri y no lo oculta (aunque es verdad que a veces recula y trata de maquillar alguas barbaridades). A un dirigente que ante un conflicto habitacional en la ciudad que tiene el deber de gobernar es capaz de despertar los más hondos sentimientos xenófobos del porteño medio con tal de quedar exento de sus responsabilidades. Hoy Alfonsínito -el único candidato que sobrevivió entre miles- elige de compañero de fórmula para aspirar a la presidencia a González Fraga, coherente con su decisión de acompañar a De Narváez y dejar de lado su alianza con el socialismo de Binner.
Hoy Sabatella apoya la candidatura de Filmus para enfrentar a Macri, consciente de que es esa derecha a la que hay que derrotar. Hoy Clarín, La Nación, Perfil y Amércia atacan a Schoklender y las Madres y machacan con la inseguridad hasta cuando un pibe se roba un caramelo de un kiosco. Hoy Página 12 reniega del fallo gris sobre el caso en que se investiga la apropiación de bebés a la dueña de Clarín.
Hoy han cerrado su campaña electoral en Perú Keiko Fujimori y Ollanta Humala, a la espera de una batalla electoral más en nuestra América Latina, en la que se pone en juego el rumbo ideológico de un país. El pueblo peruano, en función de sus intereses y sometido al feroz bombardeo mediático, deberá elegir entre la continuidad del neoliberalismo o la apertura hacia un nuevo proceso.
En esa lucha estamos, que sea bienvenida, ojalá que si la ganamos -como la venimos ganando- el adversario no intente romper las reglas de juego democráticas y lleve la defensa de sus intereses hacia la violencia y las armas como ya lo hizo en otros momentos históricos.
viernes, 3 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Interesante blog.
Soy tu fan.
Publicar un comentario